lunes, 8 de marzo de 2010

"Celeste era su nombre y su color preferido..."




Esta vez no voy a escribir sobre como me siento al respecto de algo.
Tampoco voy a criticar a algo o a alguien.
Esta vez, traigo una historia corta, escrita por una persona que siempre lee mi blog y me hace esas criticas necesarias para mejorar.
Espero que les guste tanto como a mi.

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Celeste era su nombre y su color preferido. Vaya coincidencia.
En mi corta vida había conocido antes a alguien como ella. Alguien que sumara al karma de llevar a cuestas un nombre que no le agradaba, un color que le encantaba, siendo la misma palabra. Amaba ese color, pintaba todo de ese color: las paredes de su casa, las macetas del jardín, las uñas de sus manos y los recuerdos de porcelana. Todo era celeste, aun más que el cielo, del que tanto se jactaba el firmamento. Se casaría de celeste, ya lo tenía decidido. Caminaría al altar con un ramo de flores cortadas en plena primavera. Todo en ello era celeste, o al menos querría ser de ese color, como en alguna oportunidad le confesara su propia sangre. Su franqueza, su paciencia, su dulzura y su melancolía solían presionarla los domingos para cambiar de color; días en que se aburría de estar aburrida. Y hasta el aburrimiento se iba pintando de celeste sin que ella lo notara. Dormía desconfiando de sus lindos sueños y de sus feas pesadillas, al punto en que todo podía ser pesadilla; al punto que todo podía terminar con un bostezo espurio y perseguido. Celeste era bella, tanto como su vida. Celeste no conocía la mentira ni el rencor. No conocía el hambre ni el frío. No conocía Grecia, pero le gustaría vivir allí, solo porque algún loco ignorante le dijo que el aire en Grecia era color celeste. No conocía el sufrimiento, pero suponía que el sufrimiento le reclamaría lo mismo que el resto de sus sentimientos. Nadie ni nada en torno a Celeste era un poco original, ni siquiera el azul y el blanco que tan cerca están de aquel, pero tan lejos de Grecia. Tan lejos del viejo continente, pero tan cerca de aquel joven de ojos… celestes. Ese joven del que Celeste se enamoró un día, y con quien pensaba contraer matrimonio; si no fuera porque el joven desapareció tiempo después. Si no fuera porque el tiempo desapareció un día de invierno, casi primavera cuando Celeste clausuro su mirada y pensó en un sólo color. Sus nervios y su entusiasmo se vistieron de gala, y caminaron firmes por el andén de un tren que salía a media noche. El tren pasó, y se llevó a Celeste y tanta de su poesía como pudo, y como quiso…
Celeste era su nombre y su color preferido. Vaya coincidencia.


-RDA


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Gracias amigo, por compartir tus obras conmigo!.


-A.N.P

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